Los
empresarios suelen ser individuos que tienen o poseen capacidad
económica (pasta gansa) para iniciar un negocio, y contratan a otros
individuos que no disponen de la misma, que de lo único que disponen
es de su fuerza de trabajo. Permutan estos la misma por un salario,
no por el valor que producen.
Los
empresarios, tras pagar salarios menguantes y amortizar gastos de
inversión obtienen un plusvalía exagerada que les enriquece más
todavía. Ese es el juego capitalista, juego que se inició en siglos
pasados y que todavía perdura, si bien adoptando formas cada vez más
sibilinas para mantener esa explotación, esa ganancia que les supone
la plusvalía.
La
gran mayoría de la clase empresarial española, además de quedarse
esa riqueza producida, suelen comportarse de forma prepotente y
desconsiderada con sus asalariados, pagando unos salarios raquíticos
que apenas cubren las necesidades básicas del trabajador por cuenta
ajena y de su familia. En eso consiste el salario: una compra de mano
de obra que garantiza un mínimo vital que asegura en el mercado la
presencia de fuerza del trabajo en venta.
En
nuestro país los empresarios son vistos por la gran mayoría de los
trabajadores como auténticos piratas, bucaneros sin escrúpulos que
disponen de los trabajadores en función de su interés; por eso a
la menor reivindicación o cuando sus ganancias sufren una variación
a menos de lo que esperaban no dudan en dejar en la calle a los que
con su sudor y esfuerzo les enriquecieron más que antes de iniciar
“sus” empresas.
Entonces
¿por qué perduran?, ¿por qué los trabajadores no se rebelan y
colectivizan la producción para luego repartir entre ellos esas
ganancias que se queda el patrón?
Sencillamente
porque a los patrones y a los banqueros (patrones de patrones) el
estado burgués les reserva el uso de la “fuerza pública” para
mantener su injusto status. Por ello cuando hay una huelga los
agentes de la “autoridad” no van contra el bucanero sino contra
los obreros. A esto hay que añadir la manipulación de los ideólogos
del sistema, la iglesia con sus prédicas, los miedos naturales, la
conciencia comprada o adormilada de muchos, la falta de cultura, el
flojo papel sindical en las reivindicaciones... y sobre todo el
estado al servicio de la clase dominante.
No
cabe establecer la distinción artificial de hay empresarios buenos y
empresarios malos: ¡todos se quedan con los beneficios que rinde la
fuerza del trabajo!.
Estos
días ha salido la noticia de que los BARDEM van a cerrar su negocio de
restaurante, y su entorno nos pretende vender la idea que son de los
buenos y para ello argumentan que no se acogen a la reforma laboral
del PP en el cierre que han decidido y que van a dejar a los
trabajadores en la cola del INEM. Van a "compensar" económicamente a
"sus" trabajadores por encima de lo establecido en la
reforma laboral del PP. Pero esto no les hace buenos, y menos de
izquierdas, aunque ellos o su entorno así lo vendan. Un empleador de
izquierdas que no pueda atender esa actividad antes de cerrar y dejar
en la calle a un número determinado de trabajadores, les ofrece a
los mismos fórmulas de autogestión, cooperativas, sociedades
anónimas laborales, economía social... Desde luego ¡despedir
siempre es despedir!, no es de izquierdas por mucho que sean 20 días,
33, 45 ó el doble. Lo siento por ellos... pero me decepcionan,
aunque me imagino que a los trabajadores mucho más.