La república española, una legalidad rota
Como consecuencia del golpe de estado y la posterior guerra civil de casi tres años, con el triunfo final del fascismo español, instrumento y fiel aliado de la oligarquía reaccionaria local y de la Iglesia Católica, se rompe con la legalidad constitucional española representada por la República democrática.
Durante la dictadura y como una prolongación natural de la misma, el ilegal gobierno junto a sus instituciones anti-democráticas con las que aparentaba la formalidad del estado, acuerdan reinstaurar la monarquía de los borbones en un nieto del desprestigiado ex-rey Alfonso XIII.
El nuevo jefe de facto del estado, que había jurado lealtad a Franco y a los principios inamovibles del autodenominado, en la jerga fascista, movimiento nacional, junto con su círculo cortesano en que eran mayoritarios los franquistas más jóvenes, ven la conveniencia de “adaptar” el régimen al entorno europeo, así como la necesidad de adoptar la hasta ese momento denostada democracia política con su correspondiente dosis de liberalismo económico, al coincidir sus intereses políticos personales con esa necesidad de la nueva burguesía española, básicamente, de nuevos mercados y de inyección financiera a la misma desde el exterior, dado que ya no eran suficientes las remesas de dinero provenientes de la emigración, para lograr una economía boyante y a la altura del entorno.
Aquí viene la conversión forzosa a la democracia, y si es necesario romper los juramentos hechos de forma artificiosa, rimbombante y solemne ante los símbolos religiosos católicos, la Iglesia sabrá disculparlos, así como adaptarse a los nuevos tiempos e incluso aparentar ser la vanguardia del progreso y la reforma, eso sí, sin la menor autocrítica y sin pedir perdón por los atropellos cometidos, auspiciados y bendecidos antaño. Es el momento donde aparecen los nuevos demócratas que sorprenderán a la oposición histórica, a los viejos demócratas, herederos de una larga historia de luchas y de víctimas y represaliados, y que anonadados y como una vía rápida y sin riesgos revolucionarios aparentes aceptarán el "pacto constitucional" que les ofrecen y la prolongación de la monarquía, representada por la figura del rey, sucesor designado por Franco.
Vendrán de corrida una auto-amnistía, una constitución monárquica, un poder judicial nacido y formado en los tribunales y prácticas del franquismo... en definitiva una semilegalidad a la que se le organizará el correspondiente referendum que la legitime. Los viejos partidos republicanos, como PSOE o PCE de ese momento, estarán encantados con la figura del “capitán general” que corona la “democracia” política española. De pronto olvidaron la legalidad rota por la fuerza de la sinrazón y de las armas. La república se irá diluyendo en un horizonte cada vez más lejano.
Con el nuevo régimen aparecerán los vicios políticos propios del sistema: la corrupción política, el bipartidismo, las crisis económicas, el recorte de los derechos laborales, la violencia contra la mujer que no hay quien la pare, la privatización de todo lo público como panacea del buen gobierno, el engaño y la falacia de las hipotecas y el consumismo, el olvido de la lucha de clases como motor de la historia... Y la izquierda fraccionada e impotente, sin encontrar su camino, pagando una factura por una mala compra de la libertad... y ahí nos encontramos instalados.
Los medios de comunicación TV, prensa... nos dan detalle de la "multi" actividad de los "príncipes"... con la complicidad de las autoridades políticas están preparando la próxima coronación. Y mientras ¿qué hacemos los republicanos?
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