Esperando la sentencia del T.C.
El llamado mundo de la alta política del estado español anda revuelto y alterado, al borde de un ataque de nervios o algo más: los del PSOE necesitan, desesperadamente, que el Ttribunal Constitucional pase de refilón sobre el Estatut, sin apenas retocar el texto para que su partido federado PSC y socios sigan gobernando la Generalitat y apoyándoles en el parlamento de Madrid, donde son una minoría importante; los del PP necesitan una sentencia demoledora para quitarse la espina de su retroceso electoral en Cataluña y ganar un peso político decisivo en el resto del Estado como alternativa y líder en exclusiva del españolismo frente a sus contrincantes directos UPyD; los nacionalistas de centro derecha y de izquierda intentando sacar provecho, sea cual se la decisión "juridica", para avanzar en su camino particular al independestismo; la Izquierda real no termina de despegar y encontrase a si misma.
Mientras tanto la crisis económica sigue golpeando a las clases sociales menos favorecidas (al paro, valga la redundancia, no hay quien lo pare); el gobierno se "inventa una nueva ley de economía sostenible para parchear y ganar tiempo; los sindicatos se sienten solos y puenteados (gobierno-patronal-banco de España), con mala conciencia por los deberes no hechos y su incapacidad para liderar y ofrecer alternativas a los trabajadores; la patronal redobla sus esfuerzos para cercenar derechos y conquistas de la clase trabajadora; la clase media, ese invento sociológico compuesto por las llamadas profesiones liberales junto a gestores y altos empleados van abandonado el patronazgo del centro político ante la perspectiva de inseguridad y los posibles incrementos impositivos, que ellos venden como enormes cargas fiscales...
Por lo que el revuelo "artificial" levantado al anticipar y extender especulaciones con una inminente resolución del T.C, una vez agotado los temas menores de los barcos secuestrados, de la corrupción de algunos políticos y sus amigos de turno que no pierden la ocasión para enriquecerse de forma ilícita y otros problemas conyunturales menores, parece ir calando en los ciudadanos, distrayéndonos y metiéndonos en una nueva dialéctica de nacionalismo español/nacionalismo periférico, españoles frente nacionalistas seperatistas, en este caso els catalans...
Y todo porque cuando se nos "otorgó" la actual constitución a los políticos del momento, los "nuevos" demócratas (antes franquistas) y los "viejos" demócratas (antes luchadores antifranquistas) olvidaron el pequeño detalle de solucionar por la vía del federalismo las aspiraciones de los diferentes pueblos y nacionalidades, por qué no decirlo por su nombre, naciones, que conforman el estado español, unificado, repasemos la historia, a golpe de espada y pólvora. Fue una ocasión perdida, se inventaron el sucedaneo de las autonomías aplazaron las soluciones sine die, y en política los apaños y los remiendos pueden romperse o explotar en el momento menos esperado.
A mí el nacionalismos no me dice nada aunque entiendo que los catalanes quieran hablar su idioma y conservar sus costumbres y lo mismo de los vascos, gallegos, valencianos..., pero yo soy internacionalista, compañera de todos los trabajadores del mundo.
ResponderEliminarComo consecuencia de la larga dictadura, del excesivo pactismo en la llamada transición, del invento de las autonomías y la multiplicación de estructuras administrativa actuales, conviviendo las viejas diputaciones provinciales y ayuntamientos con ls nuevas de comarcas y gobiernos autónomos, con el jacobismo del gobierno central, con la falta de educación cívica en valores desde la escuela, con el temor a reconocer la diversidad..., nos ha llevado a que el federalismo, tan sentido en antaño, sea hoy una aspiración política débil en general. ¡Triste panorama!
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