domingo, 5 de agosto de 2012

salva opina


Los republicanos
De un tiempo a esta parte, cada vez más, bastantes ciudadanos venimos utilizando expresiones como “salud y república”, “viva la república”, “ no hay dos sin tres, a por la III República”... o sacamos la tricolor a las manifestaciones de cualquier índole política, sindical, humanitaria, o la colgamos en nuestras fachadas y balcones, o nos la colocamos en camisas y cazadoras en la forma de un pink, de un llavero...
La república como forma de estado distinta a la que se tiene impuesta en nuestras tierras es una idea política que se va abriendo paso día a día, pese a la oposición de los dos partidos mayoritarios en en todo lo relacionado con ella (es difícil de olvidar la furia descargada por el iracundo y monárquico Bono, en aquel momento presidente de la cámara de diputados con aquel viejo republicano que se “atrevió” a sacar nuestra bandera en sede parlamentaria), hay que ver con que gusto inclinan la cabeza ante los señores borbones “ellos”, como corren a levantarlo en sus cada vez más caídas, como excusan sus salidas de tono o como doblan ligeramente la rodilla “ellas” ante los más genuinos representantes del sistema feudad en los inicios del siglo XXI, de la monarquía anacrónica, por demás hija de una de una feroz dictadura. Y es que el trío monarquía-PSOE-PP es hoy el mayor adversario al progreso que representaría la República para todos los ciudadanos. Claro y el silencio de la izquierda asentada en el parlamento burgués que quiere darnos por entendido que son los genuinos republicanos, pero que nunca abren la boca para defenderla y contraponerla al inoperante sistema político actual tan adversario de los intereses de los trabajadores ya sean por cuenta ajena, ya sean autónomos, ya sean funcionarios o lo que es peor expulsados de antemanos del mundo laboral.
No hay nada más incompatible y opuesto a los principios de libertad, fraternidad y legalidad que la monarquía, por mucha envoltura y verborrea que se aplique en hacernos creer lo contrario. Quien no lo quiera ver es que se emboba con los cuentos de princesas y príncipes, encuentra placer y se siente realizado en su papel de vasallo o participa de alguna de sus “simonías” históricas propias de esa institución. La última del “ministro de la injusticia” española al reponer en el título de “marqués de Queipo de Llano” al nieto del sanguinario golpista. ¡Qué desastre de Ley de la Memoria Histórica nos legó el gobierno de ZP!
Vasallo es el papel opuesto al de ciudadano que arranca con la gran revolución francesa, con el pase de los borbones por la Bastilla y la guillotina. Antes con la revolución norteamericana y después con el movimiento de liberación de los libertadores en toda América Central y del Sur frente al decadente poder de la rama española de los borbones.
Aquí, parecemos anclados en el pasado, “nuestra” burguesía nacional no tuvo valor para romper con el viejo orden, renunció al liberalismo en su fase de emancipación frente al viejo orden, para mezclarse y emparentar con la aristocracia, para no molestar al Iglesia católica Romana, la fiel guardiana de las esencias más reaccionarias y conservadoras de la historia. Sólo el pueblo llano y trabajador, con un puñado de intelectuales desclasados tuvo el valor de enfrentarse a tanta ignominia y así vino la Iª República, y la IIª República, ambas sofocadas por la fuerza bruta de la reacción, de los eternos conservadores del estatus de la desigualdad.
Hoy sólo hablamos de República aquéllos, aquellos que   ni nos sentamos en él ni  nos sentimos representados por este Parlamento viciado en su origen y dominado por el tandem conservador PSOE-PP(el maldito bipartidismo diseñado y creado expresamente para ese fin). Por eso cuando pensamos y reclamamos nuestra República, muchos reaccionamos y nos sentimos inclinados a pensar en una República federal y socialista, de una democracia económica real. ¡Estaría de más que reclamáramos una república aséptica, de libertades meramente formales!, eso que lo haga quien le corresponda y si renuncian a ello ese es su posicionamiento y su voluntad, no valen las escusas y lamentos si algún día conseguimos nuestro objetivo republicano.
Trabajar por la República, incrementar la militancia por la república, recuperar su memoria como el estado legal del que se dotó el pueblo soberano y al que se puso fin de forma violenta, ese es nuestro objetivo, el de los militantes republicanos de la Izquierda. Ojalá las fuerzas republicanas reorganizadas y aquellos de de la Izquierda consecuente con su ideología seamos capaces de converger en un nuevo Frente Popular y Republicano. Ello va exigir un esfuerzo mayúsculo pero es posible si nos lo proponemos.
El premio es conseguir una sociedad más justa e igualitaria, con una democracia real, económica y social, el premio es dejar la condición de vasallo para alcanzar la de ciudadano. Si tal cosa llegamos a hacer, Europa dejará de marearnos, de dominarnos, de chantajearnos a través de esa invención impersonal que llaman mercados. En definitiva estamos hablando de la República de los trabajadores de todas las clases. A los que han conservado la memoria les debe sonar, a los demás la explotación y la desconsideración sufrida les debe alegrar descubrir que hay, que puede haber,   un horizonte de justicia y libertad.

2 comentarios:

  1. Si crees que todas las personas tenemos los mismos derechos y merecemos el mismo respeto, la República es tu casa; es el sistema político que buscas, es la razón de la humanidad y la justicia frente a los anacronismos. Vale la pena traspasar el dintel e instalarte porque hay sitio para todos y no sobra nadie.

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  2. España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia.
    Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo.
    La República constituye un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones.
    La bandera de la República española es roja, amarilla y morada.

    Artículo 2. Todos los españoles son iguales ante la ley.



    Artículo 3. El Estado español no tiene religión oficial.

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