jueves, 18 de febrero de 2010

salva opina


De derechas y racistas, más de lo que nos creemos.

Por toda la península asoma la ola del racismo y la xenofobia, aunque recientemente fue en Vic y Torrejón donde más sonó, lamentablemente, se ha dado ya con determinada contundencia en otros lugares y amenaza con extenderse como una mancha que a todos nos ensucia y envuelve.
¿Somos las gentes de lo que llamamos España xenófobos, racistas, de derecha? ¿Somos cómo los demás europeos: Francia, Holanda, Alemania, Italia, Suiza... un nido y reserva espiritual de semejante lacra y pecado contra la convivencia y la humanidad?
Cabe una profunda y desapasionada reflexión sobre esta materia y si es posible inventar e incentivar aquellos correctivos sociales e ideológicos que nos aparten de tan peligrosa senda inhumana.
Veamos nuestro entorno. En Francia, los racistas del Frente Nacional han desplazado al Partido Comunista como fuerza preferente entre los trabajadores, en Alemania se persigue y acosa a los turcos por parte de grupos ilegales neonazis, en Holanda son una fuerza en ascenso peligrosa, en la Italia berlusconiana no cabe más racismo y desde el poder se permiten organizaciones fascistas parapoliciales que acosan y maltratan a los emigrantes, en Suiza se pueden levantar iglesias pero no mina retes....
Probablemente los ciudadanos de los diferentes pueblos que habitan esta geografía no hemos llegado a tal situación de embrutecimiento e inhumanidad de nuestros vecinos del norte, defensores de las raíces cristianas y raciales de la blanca Europa , pero las encuestas y las noticias empiezan a ser alarmantes y los humanistas no podemos por más tiempo permanecer ajenos e indiferentes.
A lo largo de la dictadura que sufrimos, a ser aplastada la República, se persiguió a masones y judíos, como enemigos de la patria y se reinstalaron como parte del aparato ideológico del régimen el racismo y la defensa de lo español frente a lo extranjero. Con la salida de las colonias del Norte de África y la aparición de las reivindicaciones de las plazas y territorios, todavía en poder del estado, como parte irrenunciable de la unidad nacional marroquí, se extendió el termino despectivo de “moros” para sus gentes. Al mismo tiempo la autorquía de la dictadura vio con alivio como muchos españoles salían al extranjero, emigraban, en busca de una economía autosuficiente para sus necesidades. Nos convertíamos en una nación de emigrantes con nuestras maletas de cartón atadas con una gruesa cuerda de esparto.
Con la llegada e instalación de la “monarquía democrática liberal conservadora”, las fuerzas políticas emergentes obviaron este problema latente aunque no tan explosivo como en la actualidad, todos estaban preocupados por afianzarse, por crecer en simpatías y obtener el poder político..., pero aquí ni hubo revolución política que restaurara el régimen democrático aplastado por la fuerza bruta, ni se prohibieron los grupos fascistas que en su ideología y práctica llevan el racismo,ni nadie se paró a trabajar para sacar de nuestro acervo cultural los prejuicios contra moros y gitanos...
En los años del boom económico, nuestro país, dejó de ser exportador de mano de obra barata para convertirse en importador mayorista de la misma, las puertas bien abiertas para gozo y gloria de empresarios que impusieron severas y raquíticas condiciones de explotación a los que empujados por los aires de bonanza europea y española llegaron a nuestro país con la esperanza de conseguir lo que en los suyos no pasaba de ser un sueño vano. Los emigrantes se convirtieron en una subclase dentro de la clase trabajadora española: los que tenían peores condiciones de trabajo, los peor remunerados, los trabajos más humildes... A los trabajadores españoles no nos importaba mucho, estábamos en expansión y los malos trabajos se los llevaban moros, negros y sudacas...
Pero, el salvaje capitalismo en sus ansias para enriquecerse en el menor tiempo posible originó una de sus crisis cíclicas, se empezaron a cerrar empresas, la demanda de mano de obra cae vertiginosamente, el paro nos acoge en un abrazo estremecedor sin distinciones... Y de repente nos creemos que hay deterioro de la convivencia y la seguridad pública, que nos están robando nuestros puestos de trabajo, que la seguridad social se deteriora por culpa de los extranjeros emigrantes que abusan de ella..., ellos, los emigrantes, son los culpables, como nos insinúan e incluso dicen y proclaman la derecha y sus voceros... ¡No!, no somos de derechas, no somos racistas, pero mi hija con un negro por encima de mi cadáver.

1 comentario:

  1. Tienes mucha razón. No somos racistas, ni xenófobos hasta que tenemos un vecino negro o gitano. Entonces las cosas cambian. Y es tan fácil hacer demagogia con estos temas... Saludos

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