¿Por qué no nos gusta la llamada Transición Política y sus consecuencias?
La oposición al régimen franquista, principalmente el PCE aunque no fue el único, luchó por traer la democracia frente a la dictadura y ello les llevó a sufrir una cruel y despiadada represión.
A la muerte del dictador y con el ascenso del rey designado por el mismo, éste supo rodearse de los franquistas más jóvenes y ambiciosos que vieron que lo de la “democracia orgánica” franquista no tenía ni sentido ni encaje en la Europa liberal, gobernada en esos momentos en la mayor parte de los países por la socialdemocracia.
Como hemos comentado muchas veces la política (el gobierno de turno y sus órganos) no deja de ser el gestor conveniente en cada momento para defender y asegurar los intereses de la clase dominante, y la clase dominante española, una burguesía en expansión pero muy limitada y necesitada de recursos tanto financieros como tecnológicos, necesitaba del socorro de las otras burguesías de su entorno europeo. De ahí que los chicos listos del régimen declinante con el rey a la cabeza no tuvieran el menor escrúpulo de renegar de sus juramentos de fidelidad al fascismo español, el conocido en la jerga de éstos como “movimiento nacional”, colgar las camisas pardas y las chaquetas blancas entorchadas en los armarios, y ponerse a montar una democracia parlamentaria “condicionada” con la avenencia de la oposición sorprendida y en cierto modo temerosa de no tener la fuerza suficiente para conquistar por si misma la democracia que como pueblo necesitábamos. La Junta Democrática y la Plataforma Democrática se disolvieron y parte de sus líderes se entregaron sin resistencia a pactar con el antiguo ministro-secretario general del movimiento nacional las nuevas instituciones y una constitución que diera un visos creíbles frente a la Europa expectante, que también respiró al comprobar que ninguna alternativa revolucionaria y republicana triunfaba.
Desde este momento la socialdemocracia fue creciendo, pese a su leve papel opositor en la dictadura, desplazando y arrinconando al PCE y los otros partidos marxistas ( muchos de los cuales sencillamente desaparecieron), y arrinconaron reduciéndolas a mínimos a las organizaciones libertarias (con montajes como el caso Scala de Barcelona, con el confidente Gambin como principal protagonista). El campo de la izquierda quedaba despejado y ocupado por esta socialdemocracia nacida al hilo de estos hechos y bendecida dentro y fuera del país.
La socialdemocracia española vino a ocupar el pomposo papel de la “nueva y legal” oposición al gobierno del rey borbón, convirtiéndose en garante de una democracia otorgada y a la carta de los intereses de la gran burguesía española, donde los jerarcas del antiguo régimen no tuvieron que rendir cuentas de su pasado gris y represivo, "bautizándose" como demócratas de toda la vida, y donde esa fuerza política con “marca” europea ( y receptora de muchos marcos alemanes “sabiamente” empleados) se convierte en la “real y legal” alternativa política y tras un corto periodo de tiempo accede al poder con todas las complacencias para abrir la puerta del entonces Mercado Común Europeo. Al poco vino la OTAN, y la reconversión industrial más salvaje de todos los tiempos. Desde este momento, adiós a la República, adiós a la izquierda comunista, adiós a los demócratas sinceros, aunque minoritarios. La alternancia en el gobierno de la derecha y de la socialdemocracia se consagra, se liquidan las empresas públicas, se calbalga con unos y con otros hacia el neoliberlismo y la privatizacion a toda velocidad y sin miramientos.
Esa es es la famosa transición española a la democracia: barnizar los viejos muebles, moverlos un poco, pera seguir usándolos contra las ganas de libertad del pueblo.
A lo largo de estos años los “neos-demócratas-exfalangistas” y los “socialistas-exmarxistas” trabajarán mano con mano para asegurarse que el estado y sus instituciones no escapen a su control, convirtiéndose en lo que conocemos como los mayoritarios, eso si con sustanciosas concesiones a los nacionalistas pequeñoburgueses que una vez le dan la mano a uno y la siguiente al otro.
La Constitución y la Ley de Partidos, junto con el control de medios de comunicación y los grandes créditos de la banca harán el resto.
¿Y qué pasa con los ciudadanos? ¿Por qué tragamos?
Sencillamente, se servirán del hipercapitalismo y del hiperconsumo para distraernos, para sumergirnos en el sueño y la mentira del acceso a la “divina clase media”, a la “riqueza”. Pese a todo la crisis capitalista parece habernos motivado lo suficiente para que bastantes ciudadanos empecemos a despertar del falso sueño y del miserable bienestar en franco retroceso, parece que nos lleva a recobrar la memoria, para ver que las cosas no se hicieron lo bien que nos dicen y a concluir la necesidad de organizar una alternativa democrática al sistema reinante. No somos muchos, somos minoritarios es cierto, pero podemos, si nos lo proponemos y lo trabajamos, ser los más.
Así es amigo Juan, amigos lectores. De nuestra necesidad imperiosa de mejorar y abandonar la penuria que suponía la autarquía económica en que de facto vivíamos, de nuestra vital necesidad de parecernos y homologarnos a los pueblos del entorno europeo, de conquistar la libertad tan cruelmente sustraída por la dictadura y sus continuadores, supo sacar provechosa tajada los de siempre: los capitalistas, la Iglesia mangoneante antes y ahora, el “ciudadano borbón” que vió su confirmación como rey, los franquistas venidos a demócratas de toda la vida, los felipistas que arruinaron la idea del socialismo...
ResponderEliminarEl “agiornamento” que supuso la transición política también trajo sus víctimas: los republicanos nos quedmos sin nuestra República, los perseguidos, los represalíados, los asesinados por la dictadura se quedaron sin recuperar su dignidad y sin justicia, los comunistas, los libertarios, los demócratas radicales... reducidos políticamente a mínimos que no molestan al sistema. La acción conjunta de los llamados mayoritarios: PSOE y PP coronaron su obra política, se coordinaron para compartir el poder y gobernar para la clase dominante en contra de la mayoría ciudadana.
Bien es cierto que el devenir de los años, que la llegada de la económía crematística de tiente americano-europeo trajo el hiperconsumo en el que caímos todos los ciudadnos, nos desclasamos para ingresar en la deseada clase media. ¡Divino! Pero mira por donde, para joder la situación tan féliz y maravillosa donde habíamos desembocado, el capitalismo que nos iba a hacer capitalistas a todos, ricos y felices nos trajo una de sus crisis endémicas (la peor de su historia apuntan algunos analistas y entendidos), y eso que ocupabamos una silla de observador en “G8”, en el “G20”, en que presidíamos el FMI e incluso a la boyante y próspera Europa por semestres, que teníamos a un presidente de gobierno de tanto talante... Nada, la crisis nos pilló, nos atrapó con nuestras defensas bajas, con nuestras hipetecas altas, con nuestros sindicato casi vacíos y nuestros lideres viviendo de la “paga del gobierno de turno”...
Y ¿qué tiene que ver todo esto con la transición?
Mucho, perdimos nuestra oportunidad de construir una sociedad verdaderamente democrática, con unas organizaciones ciudadanas fuertes, con unos sindicatos que combinaran reivindicación/lucha/organización obrera, con unos partidos que sirvieran a la sociedad y no como los que tenemos que se sirven de ella, perdimos la portunidad de jubilar a los jueces contaminados y establecer una justicia al servicio de la Ley igual para todos, dejamos de construir un estado federal y nos inventamos las autonomías que multiplican por tres o cuatro los gastos de la administración, dejamos la puerta abierta a la corrupcion en todos los niveles, dejamos que el estado fuera patrimonio de una familia, la que eligió el dictador. Y así nos va.